29 de noviembre de 2021
Adjuntamos el texto con la intervención del Presidente del Principado de Asturias, Don Adrián Barbón, con motivo de los actos del Día de la Memoria Democrática 2021
Intervención de Adrián Barbón

Gracias por su participación en la celebración del primer Día de la memoria democrática de Asturias. Es una conmemoración muy especial, plena de simbolismo, una jornada también para la justicia y la reparación y, sobre todo, para reflexionar sobre el significado que adquieren esas dos palabras juntas: memoria y democracia. Hoy, espero que así se entienda, venimos a hablar de la memoria de Asturias, que es la memoria de todos y todas.

El dicho reza que una imagen vale por mil palabras y, en verdad, es difícil que yo pueda enriquecer los vídeos que hemos visto o superar las intervenciones que hemos escuchado. Desde luego, será imposible que pueda expresar mejor el sentido de este acto que el poema de Nacho González, cuyo final no me resisto a repetir:

“recoger en las calles la semilla del duelo
y sembrarla en los campos del honor,
arriar cada mañana la bandera del miedo,
no temer, y ser libres”

De eso va este acto. Esta tarde estamos haciendo varias cosas a la vez, pero probablemente la más importante es la que resumen esos hermosos versos, grabados en la placa de este Xardín de L’Alcordanza.  Voy a intentar resumir cuántos objetivos estamos abarcando a un mismo tiempo.

Por un lado, cumplimos la Ley de Memoria Democrática de Asturias, que fija el 23 de septiembre para la celebración de esta jornada. Ese mismo día de 1937, durante la caída del Frente Norte, más de 1.100 niños y niñas embarcaron en el carguero Deriguerina rumbo a la Unión Soviética para escapar de la Guerra Civil. Habían cometido el delito atroz de no haber elegido a los padres y madres del bando adecuado. Esa fue toda su culpa, la causa de su exilio. Envejecidos, cargados de arrugas y nostalgia - algunos no regresaron jamás a su patria-, siguieron siendo los “niños de la guerra” o los “niños de Rusia” hasta su muerte. Recordarles cada 23 de septiembre es un acto de justicia. Si este año hemos pospuesto la conmemoración hasta hoy ha sido por motivos extraordinarios.

También saldamos una deuda con la familia de Vicente García Riestra, a quien concedimos la medalla de oro de Asturias a título póstumo en 2020. Poco cabe añadir a lo dicho por su hijo Michel. Me limito a expresar un deseo: ojalá este acto sirva para que Vicente García deje de ser un desconocido en su tierra. Quien después de haber sido exiliado y superviviente del campo de concentración de Buchenwald dedicó su vida a prevenir a los jóvenes de los peligros de la intolerancia merece un lugar de honor en esa memoria que hoy reivindicamos.

En tercer lugar, recuperamos para la memoria democrática un símbolo de la represión. Lo sabéis bien: estamos en la antigua cárcel de Oviedo, hoy reconvertida en el Archivo Histórico de Asturias (a propósito, ¿habrá algo más memorioso que un archivo?). Contra uno de sus muros fue fusilado un rector de la Universidad, Leopoldo García-Alas García-Argüelles, hijo de Leopoldo Alas Clarín, el autor de La Regenta, y en sus celdas, salas y patios fue frecuente la tortura. Por eso precisamente hemos decidido que este sitio acoja el Jardín de la Memoria, el Xardín de L’Alcordanza del que antes hablaba, con esos cinco prismas que simbolizan a todas las víctimas del franquismo y el nazismo.

Pero os decía al principio que el objetivo más importante de este acto está en la esencia de los versos de Nacho González. Pienso que Asturias –y, por supuesto, España- tiene ya la madurez democrática suficiente para reconocer y asumir nuestra historia común, asentada sobre evidencias y no sobre banderías ni alegatos de parte. Es lo mismo que han conseguido otras naciones europeas, como Alemania o Francia. Entender la memoria democrática como la historia de un solo bando, como una provocación o un ajuste de cuentas es no entender nada o confundirlo todo, que tanto da. Acostumbrémonos a recordar esos cuatro pilares básicos del derecho humanitario internacional que son verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición. Esos principios son los que nos deben guiar.

Porque la memoria democrática es, como enseñaba Vicente García, una vacuna contra la intolerancia, acaso el mejor antídoto que existe.  Hace unos días, hubo un acto de vandalismo en Oviedo contra el monumento a las víctimas del Holocausto. Pocas semanas atrás, un joven fue golpeado en Siero por ser homosexual. Ayer celebramos el Día internacional contra la violencia sobre las mujeres. Aquí estáis representados partidos, sindicatos, asociaciones de la memoria democrática, de mujeres, de los colectivos LGTBI y de la comunidad israelita. Entendamos que esas agresiones que acabo de citar también han de formar parte de nuestra memoria colectiva. Para eso estamos aquí, para recordar, para hacer justicia, para la necesaria reparación, para compartir un duelo que ni siquiera podía expresarse, pero, sobre todo, para no dejar hueco a la intolerancia.  Ese es el objetivo del Gobierno de Asturias. Para eso sirve la memoria democrática y por ello el Principado continuará reivindicándola cada 23 de septiembre. Para que en este Xardín de L’Alcordanza, para que en ningún rincón de Asturias vuelva a reverdecer la intolerancia. Para, en fin,

arriar cada mañana la bandera del miedo,
no temer, y ser libres

Seamos libres, resueltamente libres.

 

Foto: Armando Álvarez