Desde organismos internacionales como la ONU o la Unión Europea, nos recuerdan que en nuestras calles y espacios públicos aún quedan restos de simbología franquista que exaltan los valores fascistas y antidemocráticos de la dictadura. Es un deber, no sólo legal sino moral, eliminar estos vestigios, o en su caso, señalizarlos como elementos difusores del conocimiento de nuestra historia reciente con el fin de garantizar entre las jóvenes generaciones la no repetición.